jueves, 2 de octubre de 2008

Capítulo dos

Cuando me detuve en uno de los enormes árboles cambié a mi forma humana. De las tres formas que tengo (el humano, el lobo y el murciélago), la humana era la que menos me gustaba. En esto, concordaba con el gusto de mi padre, pero mi intento de estar y hacer todo lo contrario a él me decidió a transformarme en humano.
En realidad no debería llamar así a mis formas, ya que no son exactamente iguales a las verdaderas especies nombradas. Haber si me explico… Daré algunos ejemplos: el murciélago se caracteriza por ser ciego; "nuestro murciélago" ve perfectamente y puede variar considerablemente de tamaño. La del lobo tiene los sentidos muchísimo más agudos que el lobo en sí; lo mismo ocurre con la humana. Esta última la utilizaba muy pocas veces, su piel se lástima con demasiada facilidad y eso, sinceramente, me era muy frustrante, pero tiene una virtud que las demás no tienen y es que se pueden hacer subtransformaciones en la boca y en las manos.
Los dientes humanos no tienen casi nada de filo, apenas una pequeña punta en los colmillos. Esta subtransformación consiste en afilar todos los dientes con una estructura similar a la del lobo.
En las manos, remplazamos las uñas chatas y cortas que se parten de nada por otras más grandes y duras, de unos seis centímetros de largo aproximadamente y que tienen una forma cilíndrica que se va haciendo más pequeña hasta terminar en un pequeño gancho puntiagudo y filoso. Quedando así como una especie de garra.
Pero en ese momento no hice ninguna de las dos mutaciones, simplemente me eché en el piso e intenté volver a dormir.
Mi intento por conciliar el sueño fracasó estrepitosamente, pero aún no tenía ganas de levantarme, y seguí acostado durante bastante tiempo.
Mientras dormitaba distinguí, de entre todos los olores del bosque, uno que me era muy familiar.
“No puede ser” pensé. Sabía que no me debería resultar raro el hecho de que él estuviera merodeando por ahí, ya que era bastante de noche, pero no deseaba su compañía.
El olor se hizo más intenso, pero era más difícil distinguirlo. Había otros aromas de las mismas características. No estaba solo.
Mi infierno estaba a punto de comenzar.
-¡Que sorpresa encontrarte! _dijo sonriente Omiro.
Para mi sorpresa, él también tenía la forma humana, a diferencia de sus amigos, que se habían transformado en lobos y me observaban impacientes.
-Que sorpresa sería si te llegaras a enfrentar a alguien de tu tamaño y solo.
Estas palabras emergieron de mi boca como si tuvieran dependencia propia. Me quedé totalmente atónito de lo que había dicho, y al parecer, no era el único.
La sonrisa tan ensanchada de Omiro desapareció al instante. Su cara se le puso colorada de vergüenza y luego pasó al rojo de la ira.
Avanzó hacia a mí con una mirada asesina que jamás le había visto antes, me levantó de un tirón y me golpeó con todas sus fuerzas. Quedé aturdido y tardé unos segundos en reaccionar. Tiempo que Omiro y sus amigos no desaprovecharon.
Los lobos saltaron sobre mí y me sujetaron con sus enormes dientes, perforando la frágil piel.
Omiro se quedó con la misma forma, pero no tardó en hacer las subtransformaciones.
Grité de dolor, pero apenas pareció importarles. Me defendí como pude. Sabía que perdería, y si eso no acababa pronto, dudo de que sobreviviera. Debía cambiar de táctica, y la única disponible era la huida.
Esquivé una garra que intentó tomarme por la garganta y salí corriendo. Mi acción los sorprendió, dándome unos segundos de ventaja que no podía desperdiciar.
Sentía la adrenalina invadir todo mi cuerpo. Tenía que esconderme pronto, ¿pero dónde? No podía ocultarme en el bosque, en cualquier lado me hallarían, además, el rastro de sangre que estaba dejando me delataba.
“¡Piensa! ¡Piensa!” grité. Que fácil es decirlo ¿no? Pero la cosa era hacerlo y Omiro ya estaba alcanzándome.
Giré a la izquierda. ¿Cuándo se terminaría el bosque?
Seguí corriendo y sentí un horrendo olor, un perfume de rosas mezclado con una sustancia asquerosa que, sin siquiera verla, se podía notar el veneno mortal que contenía.
Los sentidos se me confundían, los ojos me mostraban cosas que no estaban, pero a pesar de toda esa confusión, estaba seguro de que me encontraba a salvo, por lo menos de Omiro, al que escuchaba gritar aterrado.
El aroma fue penetrando cada vez más en mí hasta que ya no lo sentí. Los ojos se me cerraban y mi cuerpo caía sin fuerza hacia el piso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

osea, la cosa es asi....
¿como es posible que mi prima, osea vos, tengas tanta imaginacion!!!!
esta....BUENISIMO!!!!!!!
ahh!!!! y ni se te ocurra quitar a ya sabes quien!!! eh??
jajaja
un beso enorme diana!!!!!!!
como dije antes, esta buenisimo!!!! y no me canso de leer lo que escribis vos!!!!!
te kiero muuuchooo!!!!!!
besitos!
kami...xD

Fbio dijo...

me gusta la novela, me gustaria poder leer tb el 3er capitulo pero tengo ke terminar algunos pendientes, sigue escribiendo.

Pd: ya comentare luego algunas otras cosas ya que justo escribes cobre un tema que me encanta mucho y que fue parte de mi vida por un tiempo algunos años atras.